martes, 1 de marzo de 2011

Breve historia del barrio San José Obrero

Al principio era un terreno virgen, cubierto de vegetación y mangas, a estos terrenos los llamaron La Chafa y pertenecía de la vereda La Madera, que más tarde se convirtió en barrio. Donde quiera que se mirara estaba impregnado el color verde de la hierba y los árboles, pero cuando llegó al municipio de Bello la empresa de textiles Fabricato, aquellos lotes fueron comprados con la intención de planificar y establecer un barrio para ser habitado por sus trabajadores, así nació el barrio San José Obrero, iniciado desde 1946 y terminado en su totalidad en 1961.

“Las primeras casas que hizo Fabricato fueron aquí junto a El Consumo, la de don Antonio Isaza, la de Benjamín Jaramillo. Luego Fabricato construyó dos manzanitas hacia arriba, y por detrás hacia el lado de la quebrada, siguió construyendo casas para sus obreros y se las adjudicaba”, comenta Félix Cadavid Montoya.

Los precios de aquellas viviendas oscilaban entre los tres mil y ocho mil pesos y las más cercanas a la carretera, hoy Autopista Norte, costaban 15 mil pesos porque eran las más grandes. Todas ellas tenían un gran espacio para hacer jardines alrededor de la acera.

Dice doña Cruz Ana Álvarez que “el barrio era muy lindo, con unas arboledas muy lindas, las aceras eran muy amplias para que la gente pudiera caminar. Pero dejaron acabar un barrio bonito y elegante como era esto, ¡no!, es que vivir aquí era como vivir en el barrio de los ricos, era los Laureles de Bello. Aquí vivía gente muy buena, la mayoría se murieron y los poquitos que quedaron vendieron y se fueron para Medellín, hay una que otra familia, pero poquitas.”

Zonas de encuentro

Con el tiempo el barrio fue progresando, se cimentó la Iglesia San José Obrero. Fabricato donó el terreno y dio aportes económicos para su edificación. La participación de toda la comunidad siempre estuvo presente; los jóvenes iban por piedras hasta la quebrada La Loca y La García y varios grupos de mujeres vendían empanadas y tamales en fogones de leña para juntar dinero y poder terminarla con prontitud, pues la fe era predominante.



Iglesia San José Obrero

En ese mismo momento se fue construyendo la Cancha de Fabricato (actualmente es propiedad de Confama) en un área baldía, que fue mejorando a la vez que la textilera conformaba equipos de beisbol y fútbol, dirigidos por José Soule. Comenzaron a venir equipos de pueblos antioqueños y se programaban partidos con los mejores, a los que los espectadores asistían gratis.

Don Félix recuerda que “por ahí como en el 54 jugaron dos equipos de Medellín muy buenos y esa cancha se llenó. Hubo una gente que se subió a un poste en la esquina, y de pronto hubo un corto circuito y mató como a dos o tres, eso fue el acabose ese día (risas).”

De la mano con la llegada de las nuevas construcciones y espacios de lúdica, nació el comercio en el barrio. El granero más famoso era El Ventiadero, de don Próspero Montoya, que quedaba con exactitud en La Gran Avenida. Fabricato tenía una proveeduría a la que acudían sus empleados, pues el pago del mercado se lo descontaban del sueldo, y otras personas iban al Mercado de Bello.

Las hermanas Blanca y Graciela Marín vendían la leche en su casa (detrás de la Iglesia) desde las 6:00 de la mañana, y era todo un acontecimiento ir a comprarla. Lo que más pereza daba era la madrugada. Las madres despertaban a sus pequeños hijos una hora antes que las hermanas atendieran, porque había que hacer una enorme fila y debían esperar a que el carro de Proleche estacionara y depositara la leche en las cantinas o canecas, y luego de ser vaciada en sus frascos de vidrio, el reto era llevarla sana y salva al hogar, tarea un poco difícil para los más chicos por el peso del frasco.

En la noche las risas surgían por otros motivos, los obreros se encontraban en la Sede Social del barrio o Café de Olguita para jugar billar, y más tarde estos mismos hombres acogieron La Ponderosa, un lugar con mesas de billar más modernas y con mejor ambientación musical: tangos y salsa. Además de ellos, sus hijos se recreaban al son de Los Melódicos y Los Blancos en la heladería Los Arcos, ubicada detrás de la Iglesia, hoy en día es el Edificio San José, y en otros establecimientos como La Castaneza, Los Cafeteros y Las Rocas, está última ya es Mamy Blue.

Cenizas de la cultura

Una vez finalizada la Iglesia, se empezó a hacer la Casa Cural y el Teatro. Ambas obras fueron promovidas por el párroco José Córdoba Palacio, quien estuvo 25 años en el barrio y fue el más querido por todos sus feligreses, pues su energía y juventud se las depositó al barrio con su profesión.

Según Gerardo Arroyave “el padre Córdoba con su propia plata, y junto a Juan Lopera, Enrique Tobón y Arístides Lotero (todos ya fallecidos), ayudaron a hacer el Teatro; el centro cultural más bacano del mundo.”

Aunque no es claro que Fabricato haya donado el terreno o que la Arquidiócesis se lo hubiera comprado, se sabe que esta empresa dio donaciones para su desarrollo.

-Buenos días, bien pueda siga, ¿qué pan desea llevar esta mañana?-, esas son las palabras que se escuchan al caminar por donde alguna vez estuvo la puerta de ingreso del lugar que se llenaba de sonrisas al ritmo de la danza y de suspiros, con películas románticas y del viejo oeste, como las del cantante y actor mexicano Jorge Negrete.
  

"Teatro", Casa Cural e Iglesia San José Obrero. Bello

El Teatro era un espacio para la cultura que comenzó a nutrirse poco a poco con las presentaciones del Conjunto de Danzas Folclóricas de Fabricato, que le ofrecía a los habitantes del barrio Obrero, la posibilidad de divertirse y reencontrarse cada mes con bellos espectáculos. La mayoría de las veces el ingreso era gratuito, excepto cuando venían grupos de otras partes del Valle de Aburrá, de Colombia e incluso de otros países.

Era sencillo, se lograba escuchar la máquina al rodar la película, que en ocasiones se pegaba, el piso era en cemento, las paredes igual de blancas a la nieve, con telones azules como las profundidades del mar, y con sillas metálicas pintadas de color gris, que rechinaban cada vez que alguien las desplegaba para sentarse en ellas.

Además de este conjunto, se creó otro en 1978, llamado Nueva Generación, que duró una década y albergó a más de 60 personas, entre ellas niños, adolescente y adultos, muchos de los cuales eran estudiantes de universidades públicas. Nueva Generación se dedicó a  hacer teatro, jugar fútbol y exhibir bailes colombianos no solo en el barrio Obrero, sino también en otros de Medellín. Llegaron a tener una biblioteca y un puesto de primeros auxilios, y tuvo vida hasta que cada uno de sus integrantes fue tomando caminos diferentes. 

Cabe resaltar a uno de los hombres que más contribuyó en la formación deportiva y en especial en la cultura del barrio, don Alberto Gómez Valencia, quien tuvo un grupo de danzas por 40 años, conocido como San José Obrero, y que más adelante se llamó Danzas de mi Tierra. Lo dirigió luego de haber hecho parte del grupo de Fabricato por 10 años. Para apreciar los bailes de esta agrupación se debía pagar 50 centavos, pero como la gente se acostumbró a que todo fuera gratis, dejaron de asistir al Teatro.

Este bailarín lamenta que el Teatro haya sido robado por los curas”, además “aquí en el barrio no colaboraban, nadie luchó. El cura (Darío Betancur) trató que Fabricato le entregara el Teatro del todo y fracasó la primera vez. Ellos se creían dueños del Teatro y ellos no eran dueños, eso era de la comunidad. Yo luché con concejales de acá, con Juan Ignacio Castrillón y él nos ayudó la primera vez a que no nos quitaran el Teatro y seguimos ensayando ahí. Siguió mi labor comunitaria, yo no cobraba nada, antes dejaba de ganar plata.”

“El cura sin saber nada del barrio, formó una junta a dedo, eso nadie lo supo, y esa junta se fue para Fabricato a pedir el Teatro. Esa junta nos quitó el Teatro”, agrega Alberto, ilustrando un tono melancólico y exasperante.

Esas palabras no se quedaron en una simple queja. Alberto realizó un desfile organizado con la Corporación Rearte de Bello en el barrio, sin embargo, no sirvió para cambiar la decisión de la Iglesia. 

A pesar de esa lucha, se llegó el día en que Fabricato canceló todas sus expresiones artísticas. Estas dificultades no frenaron a Alberto, ya que siguió fomentando el arte, tanto así que en cada diciembre, más de cien niños se inscribían en su grupo de teatro para comenzar al mes siguiente. Y  cuando el cura Darío Betancur le impidió continuar sus ensayos en el Teatro, emigró a sitios como la Institución Educativa Tomás Cadavid y la Escuela San José, hoy Institución Educativa Liceo Antioqueño, Sección Primaria.

De esta manera el Teatro fue perdiendo su carácter cultural, y la Iglesia también ayudó a su lenta descomposición. Primero lo alquiló al señor Alfonso Sucerquia para depósito de papel. Después de ser alquilada para tal fin, la Iglesia intervino a nivel físico y permitió que un pedazo se acomodara para un supermercado, que más adelante paso a ser panadería, y la manzana tranquila a la que concurrían los jóvenes y adultos amantes de las artes, terminó por ser sitio para la bulla y la rumba gracias a dos tabernas y una fonda.

Luego el Teatro se convirtió en lo que es hasta nuestros días: una bodega para guardar los santos de la Semana Santa y objetos viejos y desgastados, no hay baños, ni electricidad ni agua y el techo está a punto de desbaratarse.



Interior del "Teatro"

Hay quienes piensan que la falta de interés, compromiso y sentido de pertenencia por parte de los habitantes del barrio San José Obrero, y la carencia de unión entre los mismos, colaboró al olvido del Teatro, pues “la gente hablaba y hablaba y no hacían nada o todos hablábamos y no hacíamos nada”, expresa Cruz Ana. Y otros afirman que la posición de los párrocos sucesores de José Córdoba (Darío Betancur, Miguel Vallejo, Álvaro Ángel Guzmán, Héctor Ochoa y el actual, Néstor Londoño) con respecto al cierre del Teatro, es válida ya que “ellos son las personas menos culpables de las cosas, son unos administradores de algo, mas no pueden tomar decisiones, porque en cualquier momento los pueden trasladar, cuando te van a decir comprométase, todo el mundo huye, es la falta de amor por las cosas”,  dice Gerardo.

En base a lo anterior, es evidente que el Teatro marcó la vida de una pequeña generación del norte del departamento antioqueño, y que los ideales de un barrio se concentraron en algún tiempo alrededor de la cultura, aspecto que cada día se fortalece para si se desea que los pueblos no terminen viviendo en una monotonía infinita. Se puede decir entonces que el barrio San José Obrero tuvo su Teatro.

Fuentes consultadas


  • http://www.semiosfera.org.co/bello/historia.htm
  • Biblioteca de Confama de Bello. Libro Patrimonio Cultural R986.123 B446 P
  • Huellas. Revista del Centro de Historia de Bello. 

2 comentarios:

  1. Daniel Quintero M.26 de marzo de 2011, 14:40

    Que buena nota Laura,que rico conocer la historia del barrio, aunque ya no vivo allí la mayoria de mis recuerdos si, te felicito esta muy bacano el blog.
    Un abrazote para ti.

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  2. jhonny arley pemberthy quintero6 de abril de 2011, 21:26

    es triste pensar que el arte solo sea abandonado en el olvido,por simples personas que no ven productividad en algo si no representa ganancia para llenar sus bolsillos,yo personalmente pienzo que si aun existiera este teatro funcionando tendriamos menos niños buscando entretener la mente con malos vicios.
    laura es muy grato saver que aun en este barrio existe gente con sentido de pertenencia
    muchisimas gracias por tu nota .

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