Cuando desperté, vi una luz que penetraba mi habitación, su color era entre rojo y anaranjado y al correr el tiempo, se hacía más intensa.
Miraba hacia arriba. Cogí mi cámara con ansiedad, desesperada porque los minutos pasaran con lentitud, pues pocas veces los rayos del sol y el cielo se abrazan para asombrar a las almas de la tierra.
En ese instante nació un bello arcoíris que pintó el paisaje. Pude observarlo gracias a mi vecina; me despertó de una larga siesta al partir con fuerza su panela para hacer el chocolate.
Aquella tarde el poder del universo me hipnotizó, desearía que toda ocaso tuviera tanta magia para volver a la cama llena de la energía de la naturaleza.
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